Entre el cielo y el infierno.

Entre cuerpos con alma y su magia concebida sin pedirlo mucho tiempo antes de nacer, entre sirenas y ángeles que van y vienen provocando sentimientos en mi corazón, en la búsqueda de unos ojos de luna y unas manos de marfil.

Entre la pena de hablar sin conocer y presumir la idiotez en una máxima expresión, en el momento menos inesperado encontrar atracción en una mirada mística y una sonrisa sublime que derrite lo duro que tengo el corazón y lo difícil que es para que me arranquen un suspiro.

Una personalidad dulce y retorcida con rasgos impresionantes de amabilidad y alegría, como si fuera una olla express saliendo su felicidad por la pesa. Con su blanca piel sedosa y su fina tonalidad de persona y yo ahí, apreciando la infinidad de virtudes que tenía aquella mujer que emanaba luz propia.

Describir su cabello es tan complejo como hermoso, como la mirada de atrevimiento y pena que se da cuando te interesa alguien, con las garras que abrazan un corazón y lo arrebatan para ser feliz, rompiendo las rejas que hay en el cuerpo y liberando de soledad con la característica fuerza misteriosa del amor.

Resolver el enigma si en el mundo somos ángeles o demonios y actuar con el albedrío que nos caracteriza como sociedad es un gusto típico de las personas cuando viajan a través de la vida. Su cuerpo angelical y su mirada apasionada solo me recuerdan la delgada línea que existe entre el cielo y el infierno y a donde quiera que ella se encuentre yo me quisiera perder, correr por los pasillos del infierno o volar en la abundancia del cielo, bailar con su carita de ángel y disfrutar de sus demonios internos, lo que es seguro es que es tan linda la mañana como la noche, y ella es tan linda como el reflejo de su nombre.

Nelson Q.


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