Profesía.

Entre sábanas de plata que acarician tu rostro en la mañana,  un cariño que no me da descanso por tu recuerdo vivo que arde como brazas de fuego.

Por una sabia elección y un gusto refinado de la buena vida, por los dulces placeres y por encontrar el tesoro más grande decidí enamorarme de ti, emprender la búsqueda de conquistar el universo con mis dedos, remando en esta pequeña barca llena de sueños pero con el propósito de encontrate, tu al final del oceano con los brazos cruzados preguntándote si llegaré a cruzar hasta la orilla.
Por que tus ojos son dos minerales desconocidos, son joyas que no cargas contigo pero que llevas dentro de tí, y como son tan tuyos y tan únicos, sólo yo puedo describir su paradero.

Y como el tenerte por el momento es un consuelo tan fugitivo sigue mi paso firme en el pavimento luchando por formar en mi un motivo suficiente para hacer que te quedes, para enamorarte y llenarte de amor.
Tengo la dicha y me atrevo a decir que lo tengo todo, tan solo me faltas tu.
Tus cabellos oscuros y tu piel de luna, por tu culpa los rayos de luz me esquivan, su belleza ya no me gusta tanto desde que te conocí y se mueren de celos porque los deje de dibujar por dibujarte a ti.

Y así se acabó para siempre también mi mal comportamiento.
Antes de que nacieras mucho antes tu destino ya era platicado entre los grandes seres del universo.
En el olimpo se platicaba tu llegada y todos los dioses viejos y nuevos se reunían para platicar tu belleza, entre mortales encarnará un bello ángel disfrazado de mujer y su inocencia reflejará dulzura y eres tu, una pequeña luna que me ilumina, la brisa que me acaricia y un amor comprimido dentro de tu pequeño y frágil pecho, te conocí y corrí a saludarte, adorarte como abeja sobre la flor.

Buscaba la risa tierna de tu mente y el calor de tus abrazos, tus manos de nunca olvida y los colores te adornan como la mismísima belleza de la vida.
Y yo ahí, parado con un antojo inmenso de tus labios, un antojo inmenso de llegar a lo más alto, juntos, hacer realidad tus sueños y poner mis ojos en tus ojos para que aprecies la inmensidad de lo que veo, y si no te lo quieres creer, acércate y te muestro con mi propia esencia de vida el futuro.

Soy el fuego de la hoguera para calentar tus noches frias y tu eres la chispa que me hace falta para encenderlo.
Y así puedas conocer la locura del amor.
Nelson Q. 
 Salvador Dalí.

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