Una vengala en el infinito del mar.

Una noche, que noche tan linda, como el destello una vengala en el infinito del mar. Ahí estabas, a lo lejos, esperando...

En una fracción de segundo me di cuenta que estabas ahí, bajo la luz de la luna, el ángel de los tenis fosforescentes. Observé una luz sobre tus anteojos, estabas con la mirada puesta sobre tu teléfono, recordé que te había enviado un par de mensajes unos minutos antes, tu conversación en el móvil era conmigo, me estabas respondiendo los mensajes pero no te imaginabas que a lo lejos te observaba, por azar del destino te encontré por mi camino, era como encontrar agua en el desierto, como encontrar oro en una mina.

Estaba pensando en tí, que ya no estabas, que te habías retirado de la escuela, yo no imaginaba que siguieras en el plantel, por eso te mandé esos mensajes unos cuantos minutos antes de encontrarte, sin embargo aquí seguías. 

Abracé mi suerte, en ese momento me sentí el hombre más afortunado del mundo, un dios entre los hombres, hércules y el olimpo. Como cualquier casualidad me acerqué con pena, no quería abusar de la coincidencia, quería que todo fuera tan natural como el obsequio de encontrarte en el camino. Cuando me sonreíste, imaginé un volcan en erupción que salpicaba lava ardiente sobre mi piel, me regresó la sangre al cuerpo y mi mente comenzó a volar por todos los planetas alrededor de la tierra. 

Mientras platicábamos de la vida, no podía dejar de admirar tu dulce ser, es tan extraña la manera en que tus palabras acarician mi alma, curiosa sensación que nunca dejará de llamar mi atención.

Al coincidir en algunos pensamientos, continuamos platicando de cosas cotidianas, sus gustos y sus recuerdos, se abrió el baúl de los momentos del pasado.

Me encanta escribir de tus recuerdos, es tan sencillo encontrar palabras para describir tu esencia, tu aura, tu voz. Tu mirada no puede dejar de enamorarme, en resúmen, eres tan encantadora. 

La magia de una estrella fugaz hace que me enamore más.

Voy a conquistarla.

Nelson Q.