Sara.

Eres luz y también día, eres agua en la sequía.
Me gusta verte... pues nunca entiendo...
¿qué escondes en el pelo?, irradia luz, irradia fuego,
provoca dicha, provoca anhelo.

Tu voz... como sirena, la escucho & me llena el pecho,
un tornado dentro de mi cuerpo, un dragón que escupe lumbre
y que vuela gritando tu nombre al son de un suspirar.
Mientras en el horizonte, tus ojos verdes dibujan las veredas.

Niña, tu luz agobia mis estrellas, ninguna es bella desde que te conocí,
de tu nombre soy esclavo y es tu voz mi candado,
el que me guarda por las noches de las demás figuras que corren mis paisajes,
olvidando reproches que me obsequia la vida, pues la fantasía de verte feliz
es lo único que me importa en estos días...

Mi poema lleva versos, tu persona las virtudes,
ciego bajo la luz de tus quince mil encantos
que provocan el llanto de los demás hombres
que buscan encajar en tu belleza pero la cicatriz no embona
en tu rompecabezas.

Subo la escalera, quiero llegar muy alto,
llegar lo más profundo dentro de ti,
susurrarte lento, susurrar despacio,
que aprendas de la vida lo que yo carecí.

Escúchame,  rosa de fuego,  hoy vives en mi,
te dejo mis manos, te dejo mis versos,
si la necesitas te dejo mi esencia para darte vida,
pero no lo olvides, eres el arte de mi porvenir.

Nelson Q.









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