Atardecer.
Era tan grande como una montaña
y tan bella como el amanecer,
cuando no estaba la extrañaba
y corría a buscarla al atardecer.
Sus cabellos eran el viento
y sus ojos la luz del cielo,
por las noches se reflejaba en la luna
que traía paz y fortuna.
Sal de mesa y azúcar de caña,
ella lo es todo, dulce y amarga,
piel de seda & aveces estriada,
ella con sus imperfecciones es perfecta.
Perdóname por traerte frío,
yo quisiera calentarte y ser tu abrigo,
en mi vida ya no brillan las estrellas
que al amarte se apagaron todas ellas.
Por fortuna iluminaste mis días,
los caminos coloridos y llenos de alegrías,
el rumor del mar llega a mis oídos
repitiendo tu nombre al compás de mis latidos.
Y yo te seguiré extrañando, buscándote en cada atardecer.
Nelson Q.
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