Casualidad.

En algun lugar muy lluvioso y frio estaba un hombre, su silueta se apreciaba con el soplar del viento. Aunque para el mundo es un cualquiera, por dentro esconde maravillas y tesoros, el ser humano con el alma más hermosa, nació rico y nadie sabía, los ojos no saben leer el corazón.

Una mujer, toda buena historia tiene al menos una, esta no será la excepción, de cabello negro, buena estatura y ojos de onix, ella...
Aquel hombre movía sus manos mojadas por la lluvia y trataba de dibujar algo en el lodo, el viento arrecía y el sonido del aire golpeaba su calma, sus trazos fueron tan finos como la mujer que dibujaba , al pie de su dibujo una sonrisa y una frase “yo creo en la magia de sus ojos y en la miel de sus lunares”. 

No existe tal cosa de perfección para los seres humanos pero ellos casi lo fueron, su único defecto era no estar juntos, ahora son sólo imágenes que guarda mi memoria para la historia.
Aquel hombre sube un poco la mirada y se le escapa una lágrima de las rejas en sus ojos, el agua salada corre de alegría para besar el suelo y cae sobre la obra de arte plasmada en el lodo.

El dibujo tal vez lo imaginen sencillo pero era mucho más que eso, tenía pedazos de amor en todas sus curvas, es tan hermoso que el sol se asomaba entre las nubes para secarlo y que nunca se borre. ¿Dónde estará esa mujer tan bella?.

En una vieja banca decolorada por el pasar del tiempo se sentaba en los atardeceres, sus labios murmuraban poemas y el rezaba, le pedía a dios que el viento, como si fuera la marea, llevara sus palabras a los oídos de la mujer de su dibujo. El es felíz solo de saber que una mujer tan maravillosa existe.

Frente a la banca hay un camino de árboles que trazan un sendero, al final se aprecía una cabaña, ahí vive él. Hay tres escalones para llegar a la puerta y un tapete de bienvenido un poco sucio por el lodo de la temporada. El frío evidente hace querer permanecer dentro de la cabaña todo el tiempo, tomando bebidas calientes y disfrutando de buena música.

Por otro lado, su musa vivía en la ciudad, el sector lo conocía pero no tenía idea de su hogar, vivía entre misterio y aceptaba su destino, tal vez ella ya era feliz sin el. Incomprendidos por el juego de la vida, los dos en su papel de individuos ignorados por la luz de las estrellas.

Todas las mañanas, el se despertaba muy temprano para caminar con la naturaleza y después probar su suerte de volverla  a ver, nunca pierde la fe, eso es parte del tesoro que se guarda. Caminando por la ciudad en busca de aventura y cazando las sonrisas que la gente le ofrece.

Ella, como toda dama, se toma el tiempo para disfrutarse a si misma, la luz le adorna y sus ojos son piedras preciosas, su piel oro blanco y su voz tan tierna como los duraznos al caer. Dios reía cuando nació.

Cada uno tomó asiento en su parte de la mesa, si así fuera la vida estarían frente a frente, pero ellos no lo saben. Al menos ella aún no lo sabe. 
Pobre hombre, aquellos que han vivido lo mismo sabrán por lo que están pasando.

Volviendo a ella, se termina de arreglar para desayunar, contrario de lo que se piensa, ella sí conoce a nuestro protagonista, pero nadie sabe lo que siente por el, ella es muy amable con todos.
Los hombres la buscan, es sinónimo de calma y con una sola sonrisa ella puede darte felicidad por varias horas, olvidando el mundo y sus problemas, planta una semilla en tu pecho que germina y terminas amándola como nunca habías pensado.

Una mirada suave bastó para que el hombre olvidara promesas rotas y el dolor de los viejos cariños ya no importaba, ahora ella era su última pregunta.
El hombre caminaba por el sector de la mujer y curiosamente se topan, el le sonríe y ella lo saluda, para no volverse a ver dentro de otra semana, tal vez.

La casualidad se volvió su mejor amigo y la incertidumbre el pan de cada día, ¿qué pensará ella?, se repetía y no encontraba respuesta para que ella le abriera el corazón. Se volvió, de manera figurada, su paraguas, su sombra y su amiga.

El mismo hombre que cada atardecer reza por su alegría, el hombre de ningún lugar, y esta historia que no tiene final se vuelve un canal y un estrecho camino para seguir adelante.
El narrador de la historia quisiera saber que habrá pasado con nuestros personajes, pero si tanto quieren saber, llámala y pregúntaselo a ella.

Que yo, pasaré el resto del día consolando al hombre que vive encaramado en la ventana mirando desde arriba la ciudad.

Nelson Q.

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